Danza Armonizadora
Flexibles para resistir
Escribe Sofía Pozzoli
La elasticidad de los músculos, sus fascias y tendones, es condición indispensable para la flexibilidad, que incluye también una adecuada capacidad de extensión de las articulaciones. Desde Danza Armonizadora, trabajamos la flexibilidad desde el sentir, buscando nuestra capacidad elástica para resistir las presiones de un sistema que nos prefiere rígidos y estallados.
Al hablar de flexibilidad, en una lectura sobrevolada, podríamos asociarla instantáneamente a una idea implícita de confianza. Quien confía se entrega y la entrega implica la relajación, y, por ende, la expansión y la flexibilidad. Pero cómo confiar en una sociedad que irrumpe sobre el cuerpo y lo fracciona, que lo disocia y esparce sus restos, de forma que ya no se reconozca. La disociación es la manifestación de un conflicto social que necesita de la división para la dominación.
Cuando los puntos de apoyo sociales estallan por el aire, cuando las redes de sustento y de confianza se desvanecen, se ven minadas las posibilidades de confiar, y el cuerpo se “arma” en defensa de su integridad más primitiva. El cuerpo en alerta implica la activación de mecanismos de defensa, en el sentido estricto de la palabra; la defensa amuralla y amolda nuestras fibras para la resistencia. Pero ese endurecimiento no nos previene del todo de la embestida; por el contrario, favorece que, al estar tiesos, el impacto implique necesariamente rompernos en pedazos.
Favorecer un cuerpo flexible, plástico y moldeable, no provoca, como podría parecer a primera vista, que éste sea plausible de dominación. Al contrario, amortigua los impactos neutralizando los golpes y utilizando esa energía como respuesta creativa. La reacción en positivo frente a una acción destructiva. Si el medio rígido golpea y embate, el cuerpo elástico amortigua y resignifica, flexible y plásticamente, esa intención de quiebre.
Sólo nos podremos desprender de los escudos rígidos que nos protegen en la medida que confiemos. Pero, para eso, es menester reconstruir las redes, tejer nuevas mallas de contención que nos sostengan en las caídas, que no son caídas de rendición, sino de caer hacia el adentro de nuestras necesidades.
Desde Danza Armonizadora, trabajamos para la conformación de grupos protectores que permitan el desarrollo personal de cada uno de sus integrantes. En el ámbito grupal, el alumno puede sociabilizarse, templarse y recuperar la confianza en sí mismo, contenido en un marco adecuado para la expresión del sentimiento y el ejercicio del autoconocimiento.
La entrega es un estado de gracia y un acto de confianza en mí mismo y en el mundo. Para lograrlo, es preciso conocer, acercarnos a las personas y a los hechos desde el uso pleno de la consciencia, optimizando nuestros canales perceptivos e intuitivos. No es fácil confiar, y el llegar a hacerlo implica un proceso, un camino de autoconocimiento, en primera instancia.
Cuanto más conocimiento tenemos de nosotros mismos, más conocimiento vamos a tener del otro, del entorno y del cosmos, ya que es partir de nuestra subjetividad que creamos el mundo. Si me conozco mejor, reconozco mejor, de este modo, lograré verme reflejado en mis elecciones, en mi historia, en mis decisiones. Las personalidades inmaduras recaen con mucha facilidad en mecanismos proyectivos, donde el afuera es el único responsable de sus infortunios.
Tal como afirma la creadora de la técnica, Élida Noverazco:
La percepción y la intuición, son capacidades que sólo se logran desde un cuerpo relajado, liberado del excesivo control y la intelectualización. Un cuerpo abierto a la cinestesia, al placer, será más receptivo y sensible a las señales del entorno. Y, por lo tanto, estará más protegido. El estado de alerta y tensión interfiere en la adquisición de conocimientos por medio de lo sensible y lo emotivo.
La flexibilidad desde el sentir nos dará la capacidad elástica para resistir las laceraciones del entorno y modelarnos a razón de nuestras genuinas necesidades y deseos. Resistir blandos, receptivos, atentos y dispuestos a las respuestas más asertivas de acuerdo con nuestras convicciones, siempre menos complacientes con un sistema que nos quiere ver rígidos y estallados.