Ritmos y subjetividades
escribe Paola Grifman •
Cada aspecto de la vida tiene su propio ritmo. Social, cultural, emocional, de pensamiento, fisiológico. Para respirar, caminar, reír, decidir. ¿Acaso mi ritmo masticatorio se asemeja a algún otro de mis ritmos? ¿Conservo o pierdo mi ritmo propio en relación al de los demás?
Ritmos grupales, cíclicos. Algunos cansan, otros sostienen, también enlazan. Algunos fluyen hasta por los pies y otros se estancan. Inclusive puede convivir en nosotros una polirritmia subjetiva: pensamientos que vuelan alegres, sentires viscosos y acciones silenciosas.
Cada uno tiene sus propios ritmos.
Mi interés en el tema me llevó a preguntarle a diferentes personas: ¿Qué es el ritmo, cómo es tu vivencia de él y cuán importante es en tu vida?
“El nivel de marcha de mi energía-velocidad. Cuando estoy muy apurado, ritmo punk; más tranqui, ritmo pop-inglés”.
“Para mí es la forma de fluir y pausar de cada ser humano, y la velocidad tiene que ver más con el corazón que con el exterior”.
“Es como el latido del tiempo. Mi ritmo me identifica, me señala en la diferencia. Mi pensar y sentir tienen ritmos propios. Mi cuerpo es el vehículo para poder expresarlos”.
“Es pura expresión corporal. Uno tiene esa sensibilidad de escuchar y copiar cualquier sonido y llevarlo a un tiempo o a un espacio rítmico”.
“Está implícito en absolutamente todo: en la vida, en las máquinas, en los ciclos naturales…”.
“El ser humano tiene la capacidad de generar ritmos como expresión artística y éstos pueden poner en sincronía a quienes los escuchan, generando una resonancia y energía muy poderosa.”
“Es pulso de vida, varía en base a nuestro estado y es esencial para el equilibrio humano”.
“Para mí es permanente. Tengo conciencia del él mientras estoy despierto: autos que pasan, gente trabajando, bocinazos. Cuando encuentro uno interesante, lo loopeo en la cabeza y lo toco con las manos”.
Martina llega apurada.
¿Cuál fue tu ritmo de esta semana?
-“No tengo ritmo”- es la respuesta que da pie a una propuesta: registrar escenas cotidianas en las que el ritmo sea significativo.
Luego de una semana trae varios registros y trabajamos con algunos de ellos:
Semáforo
El tiempo que tarda en cambiar el semáforo y el ritmo de su espera aumentan los latidos de su corazón por la ansiedad que esto le genera.
Trabajamos con esos ritmos a través del aplauso: aplauso-semáforo y aplauso-corazón. Investiga aplaudir utilizando el cuerpo como instrumento para sonar. La acompaño y nuestros ritmos se hacen eco mutuamente. Se suman diferentes instrumentos de percusión. Pequeñas melodías van fluyendo y dejando atrás los golpeteos rítmicos.
En esta oportunidad ella parte del ritmo, lo decodifica. Se apropia corporalmente y lo traduce en sonido para expresarse.
Pelando papas
Transcribe con su voz el sonido que se produce al pelar una papa: sst, sst, sst.
Comienza jugando con ese sonido hasta identificar su ritmo al hacerlo. Un pequeño tambor es el elegido para marcar el “ritmo papa” que ahora siente a través de sus manos. La composición intercala actividad y reposo en múltiples variantes. Martina dejó de definirse como una persona “sin ritmo”. Para ella el trabajo con el sonido y sus expresiones rítmicas se transformaron en un camino de escucha propia y autoconocimiento.
Conectarnos y experimentar con los ritmos cotidianos nos ayuda a percibir de otra manera los propios, escucharlos y comprender el fluir de sus ciclos. Nos lleva a formar parte consciente de la sinfonía de ritmos y subjetividades que nos atraviesan.
Lic. Paola Grifman: Psicóloga UBA. Cantante. Docente e Investigadora de la voz, el sonido y el cuerpo. Formada en Técnicas Corporales y Recursos Expresivos. [email protected] www.patoblues.blogspot.com