Estrés y contracturas musculares
Cuando la alarma “se hace carne”
escriben: Laura Corinaldesi y Marta Jáuregui
Una zona muscular (músculo, fascia, tendón…) se retrae, pierde elasticidad. Duele. Se tensa y se fija. Se esfuerza en exceso. Se la vive impenetrable. Es obstinada y terca…
Las causas de las contracturas son numerosas y diversas. Tal vez, en la actualidad, la más frecuente sea el estrés. A través de una interpretación amenazante del entorno, el sistema nervioso elabora varias respuestas automáticas, entre las que está el aumento del tono muscular. Cuando esto se combina con hábitos posturales nocivos, el resultado son las contracturas que comienzan siendo episódicas pero a veces se hacen crónicas o permanentes.
La contractura muscular es una contracción persistente e involuntaria de un grupo de células musculares o miofibrillas que puede afectar a un músculo o a un grupo muscular.
Esta contracción es mayor a la mínima del tono muscular normal, con acortamiento que deforma o abulta y modifica la textura de esa zona en comparación con el resto del músculo. Además de estos signos morfológicos y palpables, hay disminución de la movilidad y dolor local.
La cascada de fenómenos causa-efecto que genera una contractura, puede describirse como la secuencia de:
‘ aumento exagerado de la contracción en reposo,
‘ aumento de consumo local de oxígeno para mantener la contracción,
‘ disminución de la movilidad local,
‘ disbalance entre el aporte circulatorio de oxígeno y el consumo,
‘ acúmulo de sustancias tóxicas,
‘ irritación por toxinas, de las fibras nerviosas sensitivas con
‘ dolor que refuerza la contracción como reflejo defensivo, cerrando un circuito de retroalimentación.
Las causas de las contracturas son numerosas y diversas. Tal vez, en la actualidad, la más frecuente sea el estrés. A través de una interpretación amenazante del entorno, el sistema nervioso elabora varias respuestas automáticas, entre las que está el aumento del tono muscular. Cuando esto se combina con hábitos posturales nocivos, el resultado son las contracturas que comienzan siendo episódicas pero a veces se hacen crónicas o permanentes.
Otras causas frecuentes son las posiciones en quietud prolongada, a veces durante horas, y diariamente, donde un grupo muscular debe sostener sin reposo ni movimiento la contracción que desencadena el resto de los fenómenos.
También pueden generar contracturas los esfuerzos exagerados o estiramientos bruscos, especialmente cuando la musculatura no tiene la fuerza y la flexibilidad necesarias, por falta de entrenamiento o desuso.
Existen además las contracturas reflejas por dolor (antálgicas). La aparición de un dolor secundario a una patología discal o artrosis de columna, un tumor o cálculo renal, pueden causar contracturas lumbares. Una infección abdominal, puede ocasionar una contractura de los abdominales; una apendicitis, una contractura del psoas derecho; una infección molar, una contractura de maseteros…
Luego están las causas metabólicas, secundarias a alteraciones hepáticas, renales, o por trastornos circulatorios que alteran la normal irrigación muscular.
Finalmente están las enfermedades de origen neurológico, donde la regulación neuromuscular está alterada en forma definitiva.
Revisando las causas, se puede entender que la secuencia de fenómenos desencadenados en las contracturas, puede comenzar en cualquiera de sus escalas o estaciones y que el circuito siempre se retroalimenta.
También es evidente que el tratamiento y la prevención se deberán ajustar a cada caso, teniendo una visión integradora de la persona, su entorno, su actividad, sus antecedentes y sus modalidades o patrones de respuesta.
El trasfondo de las contracturas siempre es la resistencia: resitir el miedo, el deseo, el peso, el dolor. Aprender a atravesar esas situaciones con blandura, es un proceso que flexibiliza el cuerpo y enriquece nuestras conductas de resolución de conflictos.
Reich y la noción de «coraza»
El concepto reichiano de coraza muscular puede sumar una visión esclarecedora sobre el origen y formación de las contracturas musculares. «El carácter, -sostiene Wilhelm Reich, médico, psiquiatra y psicoanalista de origen austríaco- consiste en una alteración psíquica del yo». Esta instancia del aparato psíquico -regida por el principio de realidad-, es la encargada de adoptar una forma rígida, como resultado del conflicto de las demandas instintivas y el mundo exterior frustrante. Si el mecanismo de protección se torna constante, aparece la formación de la coraza muscular, con la consecuente disminución de la movilidad psíquica. El autor de «Análisis del carácter» la define como una «tensión muscular duradera y no resuelta en la actividad motriz que absorbe las energías que de otra manera aparecerían como angustia.»
En «Aproximaciones a la comprensión del sentido de la contractura muscular», el médico Darío Obstfeld de la Fundación Chiozza extiende el enfoque reichiano señalando que «la hipertonía de contractura muscular comparte con otros cuadros de hipertonía, la característica de ser la expresión ‘somática’ de un afecto desestructurado, particularmente el sentimiento de alarma.» A su vez, -amplía Obstfeld- en el sentimiento de alarma se diferencia «la tensión necesaria para la acción, de la postura para enfrentar la acción que, obviamente, determinará en gran medida que la acción sea eficaz. Sería justamente esta segunda situación la que estaría comprometida en la contractura muscular debido a que, la postura, en cuanto actitud, sostiene la acción. La contractura entonces expresaría la necesidad de conservar una actitud y estaría sustentada en la necesidad de mantenerse a la defensiva frente a una acción que es vivida ambivalentemente.»
En este mecanismo, el sujeto se comporta en forma simultánea en relación con un mismo objeto o situación, frente a actitudes y sentimientos opuestos, especialmente de amor y odio. La contractura muscular toma la forma de un síntoma de carácter defensivo: «Y para ocultar este conflicto, el sujeto busca ‘impostar’ una actitud, reforzarla: De este modo mantiene para la conciencia el deseo que mejor tolera su yo y oculta, detrás de una impostura, el otro».
El sujeto bajo este síntoma siente, según Obstfeld, que «para estar ‘seguro’ debe hacer las cosas de un único modo, e insiste obstinadamente en ello a la espera de conseguir su objetivo. La impostura, entonces, encubre, al mismo tiempo que manifiesta el conflicto. Encubre la carencia en la habilidad intentando conseguir la eficacia de la acción a través de la fuerza. Insiste, como quien desea levantar una piedra más pesada que lo que le dan sus fuerzas, un único modo de conseguirlo y cree, que ‘a la larga’ lo va a conseguir».
Postura-impostura. Rigidez-relajación: Dos polos para transitar los tonos y medios tonos en la búsqueda de la tensión justa, sin antagonismos, malestares, ni dolor.
Marta Jáuregui: Médica clínica y creadora, junto con Claudio Cravero, del método Esferointegración.
Laura Corinaldesi: Profesora de Filosofía, periodista, con formación en danza y eutonía.